-   


  

  532. Lunes, 25 Abril, 2005

 
Capítulo Quingentésimo trigésimo segundo: "Aprender a no hacer caso de las cosas es uno de los grandes caminos hacia la paz interior" (Robert J. Sawyer, 45 años, escritor canadiense)

Ni en mis más grises días adolescentes, que alguno hubo, me dio a mí por cultivar pensamientos más o menos místicos.

Mis preocupaciones de entonces (que dicho sea de paso han cambiado poco) se inclinaban más por cubrir ciertas necesidades terrenales antes que divagar sobre espíritus en forma de palomas, energías del más allá o misticismos kármicos varios, reencarnaciones incluidas.

Y eso que en aquella época además de que la vida te saliera al encuentro leyendo a Martín Vigil, (sí, soy muy mayor), se puso de moda hablar del "tercer ojo", órgano sutil y místico situado entre las dos cejas y que, decían, correspondía a uno de los chankras tantristas.

Aquel hipotético "tercer ojo", representado por la piedra que lucía Siva en su frente, era el que nos daría la posibilidad de un tercer punto de vista, posibilitando la visión interior y potenciando nuestra intuición sobre las cosas.

El máximo impulsor por estos lares occidentales de tan curioso "ojo" era T. Lobsang Rampa, un charlatán inglés que cambió su profesión de fontanero por la mucho más rentable (sobre todo para él) de escritor de libros místicos en los que aseguraba ser un lama tibetano.

Por cierto, y ya que estamos hablado de "terceros ojos" y de fraudes, resulta que hace aproximadamente medio siglo se comercializó en los EE.UU. y con un gran éxito, el "vitalizer", un aparato supuestamente revitalizador y que tuvo un increible éxito nada más salir al mercado.

Consistía en una pequeña linterna eléctrica unida a una varilla de metal por un cable. Esta varilla se introducía por el ano del usuario, encendiéndose a la vez, la linterna.

De este modo, una corriente eléctrica recorría todo el cuerpo, llevando (según el folleto que acompañaba al aparato) la juventud y una fuerza revitalizada a quien lo usara.

Sin duda, otra manera de alcanzar el deleite de la espiritualidad a través de un hipotético "tercer ojo", aunque en este caso mucho más fácil de encontrar.